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¿Psicópatas en el poder?

Son muy difíciles de entender algunas de las cosas que soportamos en esta sociedad. A nadie se le ocurriría hoy montar en un avión sabiendo que el piloto no ha pasado por exámenes psicológicos periódicos que aseguren un mínimo de higiene mental en personas en las que se confían tantas vidas. O ponerse en manos de un cirujano en una operación delicada sin contar con la esperanza de que su comportamiento está bajo control y supervisión. 

Sin embargo, nada se esto se requiere o se reclama cuando se trata de un político. No es ya solo que lleguen a ocupar sus cargos sin contar, en la mayor parte de los casos, con cualificación académica o profesional, sino que ni siquiera nos preocupamos lo más mínimo por el estado mental de estas personas de las que tanto dependen nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Psicópatas en el poder
Malnutrición infantil, en un 
fotograma de un vídeo de la ONG Educo

Los expertos no se cansan de advertirnos, con estudios y datos, que en lo más profundo de nuestra sociedad anidan los psicópatas, esos individuos incapaces de sentir empatía hacia sus semejantes. Son lo que el Doctor en Psicología Vicente Garrido denomina en su libro “El psicópata”, camaleones, porque se camuflan entre las personas que conocemos y, por sus mismos instintos de dominación y poder, procuran alzarse con puestos privilegiados entre la élite.

Dejando al margen ejemplos tan extremos de personajes tan eminentemente insanos como Hitler o tantos dictadores como a cada uno se le puedan ocurrir, existen comportamientos y patrones más cotidianos que no deberían dejar de inquietarnos.

En España, donde una política de brutales recortes públicos han sumido a una importante parte de la ciudadanía en una situación desesperada, donde según instituciones independientes y políticamente neutrales, como Cáritas, existen hasta dos millones de niños que no cuentan con la nutrición adecuada (que pasan hambre, dejándonos de eufemismos), un periodista preguntó hace tiempo al Presidente del Gobierno si podía dormir bien por las noches. “Perfectamente”, fue su respuesta, convencido de que él hace lo que debe y si la realidad se obstina en demostrar que la ciudadanía empeora sus condiciones de vida, es problema de esa tozuda realidad, no suyo.

Duerme perfectamente… ¿no les parece preocupante? A mí, francamente, sí.
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La broma macabra del bucle construcción-destrucción de Gaza

En los próximos días se empezará a reunir la conferencia de donantes para la reconstrucción de Gaza. El ministro de Exteriores de Noruega, Borge Brende, así lo ha indicado después de visitar la zona y decir, literalmente, que ésta ha quedado “como si hubiese sido golpeada por un terremoto”. No ha sido así, todos sabemos que el ejército de Israel (una vez más) es quién ha sembrado esa destrucción. 



Pero, se tratará por parte de todos los Estados como si algún fenómeno natural y letal hubiera sacudido la Franja. Nadie reclamará a Israel, ni siquiera una mínima donación para reconstruir esas viviendas, hospitales, escuelas e infraestructuras que ha destruido (una vez más). Ni tampoco a Estados Unidos, su mentor. Ellos ya han cumplido con su papel en la tragicomedia. El dinero para la reconstrucción saldrá de esos Estados “donantes” que se reúnan con tal fin; es decir, de los presupuestos públicos de esos Estados. Una vez más, se transferirá de lo público -del dinero aportado por los contribuyentes de los Estados que no han disparado una sola bala-, hacia los bolsillos privados de los llamados contratistas: esa legión que merodea para hacer negocio sobre las cenizas. Y ahora sí veremos, previo generoso pago, empresarios de todos los Estados, incluso israelíes y estadounidenses, levantar ladrillos entre los escombros.


Algunas veces, destacados líderes religiosos piden al mundo que rece, que encienda velas por la paz. Pero, por mucho que alguien a quien no le guste la Coca-Cola, ésta no dejará de fabricarse. Porque se vende, sin más. Como las armas, que se fabrican porque se usan y, es más, nadie realiza la tarea de fabricar armas, si no es porque tiene su mercado, porque las va a vender. Esa lógica del mercado no la frenan ni las plegarias ni la llama de las velas. Las armas fabricadas tienen ya su destino, esos pequeños infiernos predeterminados en el globo, con sus gentes a las que se les ha asignado el papel de víctimas colaterales. Como los judíos del criminal Hitler; como los japoneses de Hiroshima y Nagasaki del criminal Truman.


Eso es así, tanto como que mientras se escriben estas líneas, algunos afinan los tambores de guerra, preparados para destruir y bombardear (una vez más) todo lo que se reconstruya en Gaza después de esa conferencia de donantes. 


Eso es así, tanto como que mientras se escriben estas líneas, algunos afinan los tambores de guerra, preparados para destruir y bombardear (una vez más) todo lo que se reconstruya en Gaza después de esa conferencia de donantes.
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