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La Prensa y la “ayuda” al delincuente a través de la difusión de exclusivas

A todos los que pasamos hace mucho tiempo por una Facultad de Periodismo, ya no nos sorprende casi nada de lo que ocurre en la actualidad española en el mundo de la información. Pero, no es nada extraño que el resto de la sociedad cada vez observe con más desconfianza y desconcierto las prácticas de estos profesionales que, cuando no están directamente implicados en ciertos intereses políticos, tienen como máxima ambición el lustre personal, por encima de los intereses de la propia sociedad.

Por poner un ejemplo, en Madrid, desde hace casi un año actúa uno de los esos malnacidos que etiquetan como “pederastas”, al que se achaca el secuestro de varias niñas y, supuestamente, el abuso de las mismas. El asunto ha extendido la lógica alarma entre la gente común, pero, a la vez, está suponiendo un filón para los traficantes de sentimientos. Poco habría que comentar si todo eso se redujera al ámbito de todos esos programas de televisión de náusea perpetua, si no fuera porque también la prensa supuestamente alejada de esos ámbitos fecales está aportando su granito de arena.

En estos últimos días, el delincuente secuestraba a su tercera víctima, una niña de cinco años que jugaba en un parque infantil. Posteriormente, parece ser que se detuvo a comprar algo en un comercio, mientras que la niña le esperaba en un coche. Pues bien, el encargado de contar esta historia en un medio escrito de tirada nacional se encargaba de aclararnos que cuando el individuo vio que había una cámara de seguridad, se puso de perfil para no ser captado, pero nos añade: “lo que no sabe es que la cámara no grabó, por lo que su imagen no ha quedado recogida; lo utilizan tan solo de forma disuasoria, ante posibles atracos”. Pues muy bien, supongo que ahora ya lo sabe. Sé que alguien puede pensar que esta información es deliberadamente errónea, distribuida por la Policía para confundir al delincuente. Pero, entonces, qué podemos decir respecto a la información de otro destacado medio nacional, que para documentar que el Juez de Instrucción que investiga los casos ha ordenado el secreto del sumario, nos recuerda que el pederasta es “rubio, corpulento y de cara fina” y que tiene “la piel blanca, un lunar en la mejilla derecha y otro cerca de la boca, además de dos heridas pequeñas en el brazo derecho”. Como supongo que en este caso el delincuente sabrá si los datos son ciertos o no, sin duda constituyen una inestimable ayuda para que sepa qué rasgos debe camuflar o esconder para continuar con sus hazañas sin molestias.

Hay una extraña tendencia por parte de los medios de comunicación de dar por hecho que quiénes escuchan sus informaciones son “los buenos”, como si los delincuentes no fueran los primeros interesados en conocer (por narcisismo o estrategia) cuanto de ellos se dice y se sabe. Nada más fácil para conocer de detalles y filtraciones políticas, sumariales y policiales que entrar en internet y bucear en Google. ¿De verdad que todo esto tiene algún sentido?

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Una reforma electoral sin consenso es una forma más de golpe de Estado

Acostumbrados como estamos a poner esa etiqueta de golpe de Estado a los movimientos de botas y fusiles que amenazan a la democracia, no nos damos cuenta de que,  a veces, dentro del juego de la propia democracia se mueven poderes que promueven situaciones paralelas. Sobre todo, cuando se produce la tiranía de las mayorías absolutas. Es el caso de la España actual -q ue atraviesa una profunda crisis de credibilidad de los partidos tradicionales-, donde el partido de Gobierno usa mayoría de manera más absolutista que absoluta. La última ocurrencia, a menos de un año vista de las elecciones municipales (mayo de 2015), es cambiar la ley electoral, de manera unilateral, sin que se vislumbre el más mínimo acuerdo con la oposición, para dotar a la lista más votada de una mayoría ficticia suficiente que le permita nombrar Alcalde. 


Urna transparente para el voto en las elecciones presidenciales francesas de 2007, By Rama (Own work) [CC-BY-SA-2.0-fr (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/fr/deed.en)], via Wikimedia Commons
Urna electoral
La maniobra ha levantado las lógicas suspicacias en todo el arco parlamentario de la oposición. Y no es extraño, porque el apresurado proyecto parece la reacción a las últimas elecciones europeas, así como a las encuestas de intención de voto, que evidencia la existencia de una oposición política fragmentada, pero que, aliada en conjunto, podrían arrebatarle, por primera vez en muchos años, algunos de los Ayuntamientos más importantes estratégicamente.


A tanto llegan las urgencias, que incluso se obvian las recomendaciones del Código de buenas prácticas de asuntos electorales del Consejo de Europa, que no ve con buenos ojos realizar estas reformas con un margen no superior al año, ni, por supuesto, sin contar con un consenso político de envergadura.

Pero es que, además, cuando argumentan que las posibles coaliciones de minorías privan a esa mayoría relativa de ciudadanos que han optado por la lista más votada de elegir al Alcalde que deseaban, se olvidan con total ligereza del artículo 140 de la Constitución, que establece un “sufragio universal, igual, libre, directo y secreto”, en el que se eligen concejales y después, “los Alcaldes serán elegidos por los concejales”.

Lo dicho, se pongan como se pongan, esta reforma electoral es una auténtica forma de golpe de Estado. Si algunos piensan que no todo vale en una mayoría absoluta, éste es el mejor ejemplo.


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Políticos católicos y taurinos excomulgados... (y ni siquiera lo saben)

En España, destacados políticos católicos, practicantes y de misa habitual, amparan las corridas de toros casi como si les fuera la vida en ello. Aunque detrás haya evidentes motivaciones económicas, ellos defienden esta singular tradición tan sangrienta blindándola, incluso, con la categoría de Bien de Interés Cultural. Y es curioso, porque esa misma religión de la que alardean y a la que unen con tanta frecuencia a los trajes de luces, condenó en su momento esa fiesta tan bárbara. Y lo hizo en el año 1567, nada más y nada menos, que por mano del Papa Pío V (Pontífice y santo), que indicaba en su Bula “De Salutatis Gregis Dominici” que decretaba la “EXCOMUNIÓN A PERPETUIDAD” a cualquiera que organizara o participara en espectáculos en los que se luchara con toros.

El “antitaurino” Pio V, se refería, literalmente, a “(…)esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública que no tienen nada que ver con la piedad y caridad cristiana, y queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres sino del demonio, y proveer a la salvación de las almas, en la medida de nuestras posibilidades con la ayuda de Dios, prohibimos terminantemente por esta nuestra Constitución, que estará vigente perpetuamente, bajo pena de excomunión y de anatema en que se incurrirá por el hecho mismo (ipso facto), que todos y cada uno de los príncipes cristianos, cualquiera que sea la dignidad de que estén revestidos, sea eclesiástica o civil, incluso imperial o real o de cualquier otra clase, cualquiera que sea el nombre con el que se los designe o cualquiera que sea su comunidad o estado, permitan la celebración de esos espectáculos en que se corren toros y otras fieras es sus provincias, ciudades, territorios, plazas fuertes, y lugares donde se lleven a cabo”. Llegaba incluso a afirmar, respecto a los piadosos toreros que “si alguno de ellos muriese allí, no se le dé sepultura eclesiástica”.

Quizás no lo saben, como probablemente tampoco sepan que la Excomunión rige a perpetuidad, sin que ningún Pontífice posterior tenga facultad de anular una Bula. Pero, además, ni siquiera se ha hecho, por parte de la Iglesia, mención expresa de retirarla o la ha descalificado.

Con la Iglesia han topado. O así debería ser, según su cacareada conciencia, de no ser porque ésta, junto con la dignidad y otras virtudes que en teoría deberían adornar al buen político, se encuentra cerrada bajo siete llaves en las mismas cajas fuertes que se refrescan en Suiza.



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